Existe una forma de depresión, conocida como «depresión enmascarada«, que no se presenta con los síntomas emocionales típicos, sino que se disfraza de una variedad de síntomas físicos y somáticos. Este tipo de depresión, también referida como «depresión somatizada«, puede ser difícil de diagnosticar y tratar, ya que sus manifestaciones suelen ser atribuidas a otras condiciones médicas.
En este artículo, exploraremos en profundidad la depresión enmascarada, sus causas, síntomas y las formas en que se puede abordar desde una perspectiva psicológica.
La depresión enmascarada es una forma de depresión que no se presenta con los síntomas emocionales característicos, como la tristeza profunda o la desesperanza. En lugar de eso, los individuos que padecen este tipo de depresión experimentan una amplia gama de síntomas físicos, como dolores corporales, problemas gastrointestinales, fatiga crónica, y otros malestares que no parecen tener una causa médica identificable. Estos síntomas físicos son la manifestación de la depresión, que se esconde detrás de ellos, dificultando su identificación y tratamiento.
El término «depresión somatizada» se refiere a este mismo fenómeno, donde los síntomas psicológicos de la depresión se expresan a través del cuerpo. Somatización es el proceso mediante el cual el estrés emocional se convierte en síntomas físicos.
En el caso de la depresión enmascarada, la somatización puede ser tan intensa que los síntomas físicos dominan completamente el cuadro clínico, dejando a un lado los signos más evidentes de depresión. Como resultado, estos pacientes a menudo consultan a varios médicos, buscando alivio para sus síntomas físicos, sin que la depresión subyacente sea reconocida o tratada.
La depresión enmascarada a menudo se diagnostica erróneamente como un problema puramente físico, lo que lleva a tratamientos ineficaces. Esto se debe a que los pacientes a menudo niegan o no son conscientes de su estado emocional deprimido, enfocándose en sus síntomas físicos. Esta negación puede ser inconsciente, donde el paciente realmente no se da cuenta de que sus síntomas físicos son una manifestación de la depresión.
Entender las causas de la depresión enmascarada es esencial para abordar este trastorno de manera efectiva. Éstas son multifactoriales, y pueden incluir los siguientes factores:
Así mismo, identificar los síntomas de la depresión enmascarada se trata de uno de los mayores desafíos en la clínica. A diferencia de la depresión clásica, donde los síntomas emocionales son prominentes, la depresión enmascarada se caracteriza por una amplia gama de síntomas físicos y somáticos que pueden variar de una persona a otra.
Existen varios factores de riesgo que pueden aumentar la probabilidad de desarrollar depresión enmascarada:
Los pacientes, por su parte, deben ser educados sobre la posibilidad de que sus síntomas físicos puedan estar relacionados con problemas emocionales no resueltos. Esto puede reducir la resistencia al tratamiento psicológico y mejorar la adherencia al mismo.
A la depresión enmascarada se la llama en ocasiones depresión somatizada debido a que una de sus características principales es la manifestación de síntomas físicos en lugar de los signos emocionales típicos asociados con la depresión, como la tristeza o la desesperanza. En este contexto, el término «somatizada» hace referencia a cómo el malestar emocional se traduce o se expresa a través del cuerpo, generando síntomas físicos recurrentes que, en muchos casos, no tienen una causa médica identificable. Esta relación entre la mente y el cuerpo es clave para entender por qué ambos términos se entrelazan, aunque técnicamente tienen matices diferentes.
La confusión entre ambas denominaciones surge porque en la depresión enmascarada los síntomas somáticos son una de las formas más comunes de «enmascarar» el malestar psicológico. Las personas que padecen este trastorno suelen presentar dolores crónicos, fatiga, molestias gastrointestinales, mareos u otras dolencias físicas que pueden parecer desconectadas de cualquier causa emocional. En este sentido, el término «somatizada» cobra relevancia, ya que describe cómo la emoción reprimida o no reconocida encuentra un canal de expresión en el cuerpo. Sin embargo, la depresión enmascarada no se limita a la somatización, ya que también puede incluir cambios de comportamiento, como irritabilidad, adicciones o aislamiento social, lo que marca una diferencia entre ambos conceptos.
Por otro lado, la asociación entre los términos también refleja una dificultad común en el diagnóstico. Tanto en la depresión enmascarada como en la depresión somatizada, el paciente puede acudir primero a un médico general debido a los síntomas físicos, sin identificar la conexión con su estado emocional. Esta dinámica ha llevado a que, en el lenguaje cotidiano e incluso en algunos contextos clínicos, los términos se utilizan indistintamente. Sin embargo, mientras que «somatizada» pone el énfasis exclusivamente en la expresión física del malestar, «enmascarada» abarca un espectro más amplio de formas en que los síntomas depresivos pueden ocultarse tras otras manifestaciones.
Por lo tanto, se llama a la depresión enmascarada «depresión somatizada» porque los síntomas físicos son una de las expresiones más visibles de esta condición y porque refleja la forma en que el cuerpo se convierte en un vehículo para expresar el sufrimiento emocional reprimido. Sin embargo, es importante distinguir que no todos los casos de depresión enmascarada son estrictamente somatizados, ya que pueden involucrar una combinación de síntomas físicos, conductuales y sociales. Esta relación entre los términos destaca la necesidad de un enfoque integral en el diagnóstico y tratamiento, considerando tanto las manifestaciones físicas como las emocionales subyacentes.
La depresión somatizada en adolescentes se manifiesta cuando el malestar emocional se traduce en síntomas físicos sin una causa médica evidente.
En lugar de expresar directamente su tristeza, ansiedad o estrés, los adolescentes pueden experimentar dolencias corporales recurrentes que dificultan el diagnóstico y tratamiento. Estos síntomas suelen incluir dolores de cabeza, molestias abdominales, dolores musculares o articulares, fatiga persistente e incluso problemas gastrointestinales como náuseas, vómitos o alteraciones del tránsito intestinal. También pueden presentarse palpitaciones, sensación de falta de aire, mareos o cambios en el apetito y peso.
Esta somatización suele ser consecuencia de la dificultad que los adolescentes tienen para expresar sus emociones. En esta etapa, muchos carecen de las herramientas necesarias para verbalizar su angustia, lo que los lleva a manifestarla a través del cuerpo. Factores como la presión social y académica, eventos traumáticos como el abuso o el duelo, conflictos familiares e incluso una predisposición genética o antecedentes de trastornos emocionales en la familia pueden incrementar el riesgo de desarrollar este tipo de manifestaciones.
La ausencia de hallazgos clínicos relevantes en exámenes médicos suele ser una de las principales características de la depresión somatizada, lo que genera frustración tanto en el adolescente como en su entorno. Además, estos síntomas tienden a agudizarse en momentos de estrés emocional. Las repercusiones de esta condición pueden ser significativas, afectando el rendimiento académico, las relaciones familiares y sociales, y aumentando el riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad o una depresión más severa si no se aborda adecuadamente.
Por ello, resulta fundamental prestar atención a estos signos y buscar ayuda profesional para brindar al adolescente un espacio donde pueda aprender a expresar sus emociones de manera más saludable.
La «depresión enmascarada» es un trastorno complejo y a menudo subdiagnosticado, que puede tener un impacto significativo en la calidad de vida de quienes la padecen.
A través de una mejor comprensión de las causas y síntomas de este tipo de depresión, los profesionales de la salud pueden mejorar la identificación y el tratamiento de este trastorno. La clave para tratar la depresión enmascarada radica en abordar tanto los síntomas físicos como los psicológicos, ayudando a los pacientes a reconocer y enfrentar la depresión subyacente. Con el tratamiento adecuado, es posible que los pacientes experimenten una mejora significativa en su bienestar general y una reducción en los síntomas que afectan su vida diaria.
La sensibilización y la educación son herramientas poderosas para combatir esta forma de depresión y ayudar a las personas a llevar una vida más saludable y plena.
Montserrat Guerra habla en Onda Cero sobre “la depresión enmascarada”. Se cree que casi el 10% de las personas que acuden a los centros de Asistencia Primaria quejándose de dolores físicos realmente están padeciendo depresión y solamente la mitad de ellos recibe un diagnóstico adecuado.