En su entrevista de esta semana en el programa Más de Uno Cantabria de Onda Cero, la psicóloga Montserrat Guerra abordó el papel crucial que desempeña la autoestima en nuestras relaciones interpersonales. Guerra explicó cómo la percepción que tenemos de nosotros mismos influye directamente en la manera en que nos relacionamos con los demás.
Guerra señaló que una autoestima saludable permite establecer vínculos más sólidos y equilibrados, mientras que una autoestima baja puede generar inseguridades que afectan negativamente nuestras interacciones sociales. Además, destacó que este tema es una de las principales razones por las que muchas personas buscan ayuda psicológica, ya que las dificultades en las relaciones personales suelen estar relacionadas con la forma en que se valoran a sí mismas.
La autoestima juega un papel fundamental en la calidad de nuestras relaciones interpersonales. Tener una autoestima saludable influye directamente en cómo nos relacionamos con los demás, cómo resolvemos conflictos, cómo ponemos límites y cómo damos y recibimos afecto.
Aquí te explico por qué es tan importante:
1. Influye en la forma en que nos valoramos y valoramos a los demás
Una persona con buena autoestima se reconoce como valiosa y, al mismo tiempo, reconoce el valor de los otros. Esto permite establecer relaciones basadas en el respeto mutuo, evitando actitudes de superioridad o sumisión.
2. Facilita una comunicación más abierta y honesta
La autoestima nos da seguridad para expresar nuestras ideas, emociones y necesidades sin temor al rechazo. Esto favorece una comunicación asertiva, clave para resolver malentendidos y fortalecer los vínculos.
3. Permite establecer límites saludables
Quien tiene una buena autoestima sabe decir “no” cuando es necesario, sin sentirse culpable. Esto evita relaciones dependientes, abusivas o desequilibradas, y promueve interacciones más justas y equilibradas.
4. Favorece relaciones más sanas y estables
Cuando nos sentimos bien con nosotros mismos, no buscamos llenar vacíos emocionales a través de los demás. Esto reduce la necesidad de aprobación constante, los celos y la dependencia afectiva, lo que lleva a relaciones más libres, maduras y satisfactorias.
5. Contribuye a resolver conflictos de forma constructiva
Las personas con autoestima sólida no ven los desacuerdos como ataques personales. Son más propensas a escuchar, dialogar y llegar a acuerdos, en lugar de reaccionar con agresividad o retraimiento.
La forma en que nos percibimos a nosotros mismos actúa como un espejo interno que influye en cada uno de nuestros vínculos. En este contexto, la autoestima en las relaciones interpersonales juega un papel decisivo: cuando nos sentimos valiosos, dignos y seguros, esa percepción positiva se refleja en la manera en que interactuamos con los demás.
Las personas con una autoestima sólida tienden a ser más abiertas, empáticas y respetuosas. No necesitan demostrar constantemente su valor ni buscar aprobación externa, lo que les permite relacionarse desde un lugar de autenticidad y equilibrio. Por el contrario, quienes tienen una autoestima frágil suelen proyectar inseguridades que afectan sus vínculos: pueden volverse dependientes, excesivamente complacientes o, en el extremo opuesto, adoptar actitudes defensivas o agresivas como mecanismo de protección.
Esto ocurre porque la autoestima en las relaciones interpersonales actúa como un filtro emocional. Si creemos que no merecemos afecto o respeto, es probable que aceptemos tratos injustos o que interpretemos las acciones de los demás como ataques personales, incluso cuando no lo son. Así, la percepción distorsionada de uno mismo puede generar conflictos, malentendidos y sufrimiento innecesario.
Fortalecer la autoestima no solo mejora la relación con uno mismo, sino que también transforma profundamente el modo en que nos vinculamos con los demás. Al reconocer nuestro propio valor, somos más capaces de reconocer el de los otros, dando lugar a relaciones más sanas, maduras y enriquecedoras.
Una de las consecuencias más frecuentes de una baja autoestima es la entrada —casi sin notarlo— en relaciones desequilibradas o dañinas. En este contexto, la autoestima en las relaciones interpersonales se vuelve un factor clave para identificar, prevenir y superar vínculos tóxicos y situaciones de dependencia emocional.
Cuando una persona no se valora lo suficiente, es más probable que tolere comportamientos que vulneran su bienestar, como el control excesivo, la manipulación emocional o el maltrato psicológico. Esto ocurre porque siente, en el fondo, que no merece algo mejor o que necesita a otra persona para sentirse completo. Así, la dependencia emocional se disfraza de amor, cuando en realidad responde a un vacío interno que aún no ha sido trabajado.
Además, una autoestima baja suele generar miedo a la soledad, lo cual empuja a muchas personas a mantener relaciones que no les hacen bien, por temor a quedarse solas o no encontrar a alguien más. Este tipo de pensamientos refuerzan un círculo vicioso en el que el valor personal se mide en función de la aceptación ajena, debilitando aún más la identidad individual.
Por eso, la autoestima en las relaciones interpersonales no es solo un concepto psicológico: es un elemento protector que ayuda a identificar lo que merecemos, a establecer límites y a salir de vínculos que no nos respetan. Cultivar el amor propio es el primer paso para construir relaciones basadas en la libertad, el respeto mutuo y la reciprocidad emocional.
Trabajar en uno mismo, a través del autoconocimiento y, si es necesario, con apoyo terapéutico, permite romper con patrones dañinos y elegir relaciones que realmente sumen y no resten. Porque una buena relación no debería exigir que renunciemos a nuestro valor personal para sostenerla.
Cada vez son más las personas que buscan ayuda psicológica por dificultades relacionadas con su forma de relacionarse con los demás. Aunque muchas veces llegan a consulta hablando de conflictos de pareja, problemas con amistades o relaciones laborales tensas, en el fondo, un denominador común suele salir a la luz: una autoestima debilitada. Por eso, la autoestima en las relaciones interpersonales se ha convertido en uno de los temas más frecuentes dentro del espacio terapéutico.
Cuando la autoestima está dañada, afecta directamente la manera en que nos posicionamos en nuestras relaciones. La persona puede sentirse inferior, insegura o temerosa de expresar sus necesidades, lo que la lleva a aceptar dinámicas desiguales, a evitar los conflictos por miedo al rechazo o a vivir en una constante búsqueda de validación externa. Todo esto genera un malestar que, con el tiempo, se vuelve insostenible.
Muchas personas no identifican de inmediato que su sufrimiento tiene que ver con su autopercepción. Llegan a terapia diciendo: “No entiendo por qué siempre me relaciono con personas que me hacen daño” o “Siento que doy mucho y no recibo lo mismo”. A través del proceso terapéutico, descubren que la autoestima en las relaciones interpersonales está en la raíz de estos patrones repetitivos.
Además, en una sociedad que a menudo impone estándares inalcanzables de éxito, belleza o vida ideal, es común que las personas desarrollen una visión crítica y exigente de sí mismas. Esta autoexigencia merma la autoestima y, en consecuencia, condiciona negativamente sus relaciones afectivas y sociales.
Acudir a consulta es, en muchos casos, el primer paso hacia un cambio profundo. Trabajar la autoestima no solo mejora el bienestar emocional individual, sino que transforma por completo la manera en que nos relacionamos: con más confianza, más equilibrio y más autenticidad.
Las relaciones más estables, equilibradas y gratificantes no se construyen a partir de la necesidad, sino desde la elección consciente de compartir la vida con otros sin perder la propia identidad. En ese sentido, la autoestima en las relaciones interpersonales se convierte en la base sobre la que se edifica cualquier vínculo saludable.
Cuando una persona se valora, se respeta y reconoce su propio bienestar como una prioridad, elige sus relaciones desde la libertad y no desde la carencia. El amor propio permite decir “sí” a quienes suman, y “no” a aquellas dinámicas que dañan o limitan. Esta capacidad de seleccionar vínculos sanos no se trata de egoísmo, sino de autoresponsabilidad emocional.
La autoestima en las relaciones interpersonales también se manifiesta en la forma en que nos comunicamos. Una autoestima fuerte nos ayuda a expresar nuestras ideas y emociones de manera clara, a pedir lo que necesitamos sin miedo, y a escuchar al otro desde la empatía, sin caer en el juicio o la defensividad. Esto favorece la creación de vínculos donde hay respeto mutuo, validación emocional y crecimiento conjunto.
Además, quien cultiva su autoestima no necesita controlar, manipular ni depender del otro para sentirse valioso. Comprende que su valor no está en manos externas, sino en la aceptación interna. Esto permite establecer relaciones más libres, sin cargas desiguales ni expectativas irreales.
En definitiva, la autoestima en las relaciones interpersonales no solo mejora los vínculos amorosos, sino también los familiares, laborales y sociales. Cultivar el amor propio no es solo un acto de bienestar individual, sino también una forma de construir un tejido humano más respetuoso, empático y consciente.