Estrés
El estrés es un estado de tensión física y emocional originado como reacción a un estímulo o presión, ya sea positivo o negativo. Se trata de un estado de defensa que, en pequeñas dosis, ayuda al organismo a reaccionar y adaptarse a los acontecimientos.
Un nivel de estrés normal se considera sano, e incluso positivo, ya que ayuda a estimular a las personas para actuar ante los estímulos de la vida diaria. Sin embargo, cuando el estrés es excesivo o no se controla adecuadamente puede producir problemas de desgaste mental, como irritabilidad y ansiedad, o trastornos psicosomáticos.
Las causas que pueden ocasionar el estrés son muchas (aunque como hemos señalado el estrés no tiene por qué ser malo, también hay estrés positivo). Por ejemplo, el estrés puede aparecer cuando alguien tiene frío tensando los músculos para producir calor, cuando se produce un esfuerzo para hacer la digestión o cuando alguien duerme menos para estudiar.
El estrés es imprescindible para la vida. Tenía todo el sentido hace miles de años cuando el ser humano se dedicaba a la caza y éste le alertaba del peligro. En la sociedad actual, entendemos que la vida de las personas no corre peligro físico de una manera tan constante como muchos creen sentir, y de ahí el mal uso de estrés.
Por lo tanto, el estrés:
- Es una respuesta natural del organismo. Nos ha servido para sobrevivir.
- Permite que nos adaptemos a los cambios que se producen a nuestro alrededor.
- Provoca una activación general del organismo.
- Se genera una situación nueva que nos exige un cambio.
- Suele originarse por una gran falta de información sobre esa situación que nos estresa. Incertidumbre: ¿qué nos va a ocurrir?
- Ambigüedad: a mayor ambigüedad más estrés
- Normalmente tampoco tenemos muchas habilidades para manejar esta nueva situación. Nos sentimos/somos incapaces de afrontar esa situación.
- El estrés nos provoca alteraciones biológicas en el organismo que nos obligan a trabajar aún más para volver a un estado de equilibrio.
- Cuanto más dure la situación, cuanto más crónica sea ésta, mayor nuestro desgaste y cansancio.
Síntomas más habituales del estrés
- Dolor de cabeza: es el tipo más frecuente. El más común es el dolor de cabeza tensional (provocado por la tensión muscular que ejercemos sobre la cabeza, la mandíbula y el cuello entre otros), generado por el estrés o la ansiedad de forma habitual.
- Mala memoria.
- Diarrea (exceso de heces acuosas y blandas) o estreñimiento. Problemas estomacales.
- Falta de energía o de concentración.
- Problemas de salud mental: como ansiedad o depresión.
- Problemas cardiovasculares y musculoesqueléticas: cuando el estrés se prolonga mucho tiempo.
- Cambios en el peso: generado por los malos hábitos alimentarios vinculados con el estrés.
- Cansancio constante y prolongado.
- Problemas a nivel sexual: el cansancio generado por el estrés puede prolongarse provocando problemas en muchos ámbitos de la vida, incluido el sexo.
- Rigidez en la mandíbula y el cuello: que puede ocasionar dolores de cabeza.
- Insomnio o exceso de sueño: la dificultad para conciliar el sueño es una causa frecuente de estrés, afectando tanto a la cantidad como a la calidad del sueño.
- Desgaste a nivel celular y envejecimiento: con el descanso se puede recuperar y hacer reversible el proceso de desgaste por estrés. Si no se descansa de forma continuada se entra en un estado de hiperactividad continuado.
Fases del estrés
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Fase de reacción de alarma:
Ante un estímulo estresante, el organismo reacciona automáticamente preparándose para la respuesta, para la acción, tanto para luchar como para escapar del estímulo estresante. Se genera una activación de sequedad de boca, pupilas dilatadas, sudoración, tensión muscular, taquicardia, aumento de frecuencia respiratoria, aumento de la tensión arterial, etc.
Se genera también una activación psicológica, aumentando la capacidad de atención y concentración. Es una fase de corta duración y no es perjudicial cuando el organismo dispone de tiempo para recuperarse.
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Fase de resistencia:
Aparece cuando el organismo no tiene tiempo de recuperarse y continúa reaccionando para hacer frente a la situación. Aparecen los primeros síntomas de estrés.
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Fase de agotamiento:
Como la energía de adaptación es limitada, si el estrés continúa o adquiere más intensidad, pueden llegar a superarse las capacidades de resistencia, y el organismo entra en una fase de agotamiento, con aparición de alteraciones psicosomáticas.
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Origen
En general, podríamos señalar dos tipos de factores:
- Estímulos Externos: problemas económicos, familiares, exceso de trabajo, temor, pérdida de un ser querido, de un trabajo, una mudanza, etc.
- Estímulos Internos: como, por ejemplo, un dolor intenso, una enfermedad, sentimientos de inferioridad, problemas sociológicos, entre otros.
Para cada persona la fuente que provoca el estrés es muy particular y difiere de una persona a otra, pero podemos consensuar en que existen una serie de sucesos que estresan a la mayoría de los seres humanos:
- Sucesos vitales intensos y extraordinarios: muerte de un familiar, divorcio, nacimiento de un hijo, enfermedades o accidentes, mudanza, etc.
- Sucesos diarios de menor intensidad: atascamientos de tránsito, ruidos, discusiones con compañeros o pareja, etc.
- Situaciones de tensión mantenida: enfermedad prolongada, mal ambiente laboral, disputas conyugales permanentes, dificultades económicas sostenidas, etc.
De este modo podemos distinguir tres fuentes básicas, nuestro entorno, nuestro cuerpo y nuestros pensamientos.
Los distintos tipos de estrés
Estrés agudo
Este trastorno se desarrolla cuando se ha vivido o sido testigo de un acontecimiento traumático. Es decir, un acontecimiento que implica un daño grave a esa persona (o a otras) o una grave amenaza para su integridad física o psicológica (o la de los otros). En respuesta a dicho acontecimiento, quien reacciona con un intenso sentimiento de miedo, impotencia y desesperación.
El trauma psicológico es una respuesta normal ante acontecimientos extremos y dolorosos. Se cree que cuanto más directa sea la exposición al acontecimiento traumático, mayor es el riesgo de trauma emocional. No obstante, no es necesario experimentar el acontecimiento para desarrollar un trastorno de estés agudo, sino que ser testigo también puede provocarlo.
Para que se produzca un trastorno de estrés agudo (o postraumático) no basta sólo con vivir un suceso potencialmente traumático, sino que también es importante el modo en que se percibe. Cuando se experimenta con una sensación de falta de control e impotencia y la sensación de que no puedes hacer nada para controlar, evitar o modificar unos acontecimientos que son vividos como horribles, el riesgo de trauma es mayor.
Los síntomas son los siguientes:
- Falta de respuesta emocional. Quine lo padece no siente nada, sino una sensación de bloqueo emocional o vacío.
- Sensación de irrealidad o de estar como en «una nube».
- Despersonalización, o sensación de extrañeza de uno mismo.
- Incapacidad para recordar determinadas partes del suceso traumático (amnesia disociativa).
- Estado de activación y ansiedad incrementado y problemas para dormir o para estar despierto. Irritabilidad, hipervigilancia y estado de alerta casi continuo (se sobresalta con facilidad por los ruidos, por ejemplo), inquietud motora.
- Problemas para sentir placer.
- Reexperimentación del suceso traumático mediante imágenes mentales intrusas, pensamientos recurrentes, pesadillas o flashbacks. Los flashbacks consisten en recuerdos tan vívidos que es como si se estuviera experimentando de nuevo lo sucedido.
- Evitación de los lugares, pensamientos, emociones, conversaciones o individuos que le recuerdan lo sucedido.
- Estrés que interfiere con el funcionamiento normal, de manera que tiene problemas para funcionar a nivel laboral y social, realizar determinadas tareas o buscar tratamiento.
Estrés crónico
El estrés puede ser crónico, que es una forma más dañina de experimentar esta condición. Cuando el estrés se prolonga en el tiempo, se produce un agotamiento físico, emocional o mental que tiene consecuencias en la autoestima y la salud de la persona afectada, provocando incluso una severa depresión.
Las causas del estrés crónico pueden ser numerosas, pero básicamente puede decirse que son aquellas situaciones no resueltas que se mantienen durante semanas, meses e incluso años sin tratar de buscar una solución al problema que lo genera.
Lo peor, es que, si no se controla, el estrés se llega alcanzar un nivel de ansiedad patológico que ocasiona importantes trastornos en el organismo:
- Aumento de la frecuencia cardiaca.
- Hipertensión arterial.
- Diabetes.
- Obesidad.
- Eczemas.
- Problemas menstruales.
- Alteraciones del sueño.
- Estreñimiento y/o Diarrea.
- Dolores de cabeza.
- Disfunciones sexuales.
- Irritabilidad.
- Cambios de humor.
- Fatiga.
- Sensación de debilidad.
- Dificultad para respirar.
- Problemas de memoria.
- Cansancio.
- Ataques de pánico.
- Debilitamiento del sistema inmune y, por tanto, facilidad para contraer infecciones.
Burnout o estrés crónico en el trabajo
Uno de los tipos de estrés crónico más frecuentes es el burnout o síndrome del quemado, que ocurre en el entorno laboral.
El síndrome de burnout o "síndrome del trabajador quemado" hace referencia a la cronificación del estrés laboral. Este se manifiesta a través de un estado de agotamiento físico y mental que se prolonga en el tiempo y llega a alterar la personalidad y autoestima del trabajador. Es un proceso en el que progresivamente el trabajador sufre una pérdida del interés por sus tareas y va desarrollando una reacción psicológica negativa hacia su ocupación laboral.